sábado, 31 de diciembre de 2016

La luz que nunca se apagó



Hoy (y de manera excepcional) desempolvo este viejo blog para compartir con vosotros un sentimiento con el que tal vez os sintáis identificados –o tal vez, no-. Acaba un año y se suele hacer balance de todo lo que nos ha pasado y de todo lo que hemos vivido; cosas buenas, otras no tanto, otras que pasan desapercibido y otras que se quedan en el interior nuestro como si de algo personal se tratara. 

Yo, personalmente, me quedo con una. Me quedo contigo Víctor, de aquí al infinito.
 
Recuerdo que coincidimos a principios de Febrero en un tentadero en la finca “El Alamillo” en la que pasta la ganadería de Antonio San Román.  Ahí, al calor de la chimenea, estuvimos echando un vistazo a las fotografías que te hice en la tarde del 15 de Agosto de 2015 , tu última tarde en El Espinar, bueno, mejor rectifico, porque este año hemos descubierto una placa de cerámica en tu honor, por lo que todas las tardes estarás ahí, presente en el patio de caballos. Sin desviarme del tema, seguimos al lado de la chimenea, viendo tus fotografías de El Espinar junto con el ganadero, nos contabas que tenías muchas ganas e ilusión en empezar la temporada para estar cada tarde a la altura de las circunstancias. Y lo hiciste.
En todas y cada una de las tardes que te pusiste delante de un animal, dejabas clara tu impronta, hasta cuando las cosas no salían como uno quería lo reconocías, como por ejemplo en Madrid, cuando ante los micrófonos del plus al acabar la faena, dijiste que no te habías entendido bien con el burel desde el principio y que eso conllevó a no conectar con el público, y eso te honra como torero y como persona; mientras tanto hay otros profesionales que le echan la culpa al animal, a las condiciones climatológicas o incluso al estado del ruedo, ¡qué cosas tiene la vida! A unos tanto y a otros tan poco…

Aquí, a estas alturas, todavía algunos tenemos la ilusión de volver a verte envuelto en el chispeante, demostrando lo que siempre has sido, un torero de los pies a la cabeza, un cúmulo de valores incuestionables y que inculcabas a los más pequeños “Porque la tauromaquia no hay que defenderla, si no hay que enseñarla”.
De vez en cuando, cuando lo necesitamos, algunos nos conformamos con verte torear a través de la pantalla, ilusos de nosotros, sí, pero nos fortalece un poco más ver lo que estabas consiguiendo con mucho mucho mucho esfuerzo. Y en mi caso, con mis fotografías, las cuales paro a mirar detenidamente y sin prisa, entonces es momento de cerrar los ojos y recordar todo lo que por dentro vivía al apretar el botón en ese mismo instante, como si lo tuviera grabado a fuego. Toro a toro, tentadero a tentadero.

Sé fuerte Víctor, recuerda que la muerte llega con el olvido, por lo que puedes estar tranquilo; aquí abajo nos gustaría creer que hay una gloria para todo aquel que deja su vida en las astas de un toro, mientras tanto, los tuyos nos encargaremos de hacerte inmortal. Con tu vida, conseguiste demostrar al mundo, que has sido capaz de entregar tu vida por amor al arte, te fuiste como el más grande de los héroes. Así de duro es esto. 

Hoy, estás en el firmamento brillando como la más brillante de todas las estrellas que lo habitan, de las que nunca se apagarán; junto con la de mi padre y la de mi abuelo. Pero no dejes de torear, Víctor, sigue toreando, sigue toreando como siempre lo haces porque de esa manera, Mi cielo, se pinta de albero.
 
 
En la imagen, mi última fotografía que tengo de Víctor, en este caso dando una verónica a una becerra, a la derecha una trasparencia en la que salgo yo con la camiseta que me puse cuando toreé en mi pueblo para homenajear a mi padre y a Víctor.